Pep - La pervivencia de los extremos
- Oscar Cano
- 11 abr
- 9 Min. de lectura
Según la Real academia de la lengua española pervivir tiene que ver con el hecho de seguir viviendo a pesar del tiempo o de las dificultades. En el futbol evolucionar de la única forma en que es posible hacerlo: tratando de eliminar o borrar lo construido.
Si hay algún entrenador que ha puesto patas arriba los conceptos que tratan de implementar los verdaderos resistentes al cambio, aquellos que a lomos de la modernidad obvian la naturaleza del juego y el jugador, es Pep Guardiola.
El legado recogido es tan cercano al tuétano del juego que renuncia a postularse en otro sentido.
Él admira la esencia del futbol de manera obsesiva, respetando las condiciones subjetivas del jugador, partiendo del mismo para, desde el entrenamiento, llegar al futbolista, amplificando así las posibilidades del juego.
Pep no se miente para así no mentir a nadie
Su creencia en la pelota le hace imaginar siempre un partido donde lo estructural acude al servicio de lo funcional, es decir, genera estructuras para que los procedimientos a emplear originen un futbol dominador en el que cada cual vaya mas allá de si mismo desde la interpretación de las circunstancias tornadizas del juego.
No le asusta que algunos de sus jugadores queden alejados del la posición del balón, como desligados del propio devenir de la jugada, pues es sabedor de que así es como mejor conectados quedan al resto en la intención insistente de que los defensores sientan el vértigo de quedar movilizados por las fijaciones de ellos.
Del mismo modo , cree en el desequilibrio, se resiste a considerar a los dribladores como productores del desorden, pues conoce los beneficios de la conjunción entre el pase y el regate.
En definitiva, cree en los denostados extremos, unos jugadores que de manera gradual van perdiendo el protagonismo en detrimento del que ganan los entrenadores creyendo que su orden es superior al de los jugadores.
Mientras existan entrenadores que crean en un futbol mejor, que conciban este deporte como la manifestación inteligente de las incontables capacidades de los que lo juegan, los que dominan el regate, los que desordenan a través de desbordar a defensores, tendrán espacio en la construcción del modelo de juego de los equipos.
A través de estas líneas, pretendemos recalcar, el enorme valor que concede Guardiola a estos futbolistas, la importancia que tienen en su forma de plasmar los procedimiento pensados.
Los recursos como no poseedores
Recuerdo una rueda de prensa de Pep durante su estancia en Barcelona que me llamó poderosamente la atención.
En ella, ponderaba la actuación de Isaac Cuenca en un partido en el que el extremo apenas había entrado en contacto con el esférico.
Para el técnico, el canterano azulgrana, mediante la fijación estática de su oponente directo, había conseguido ampliarles el espacio de intervención a varios de sus compañeros. Esa escasa participación de manera directa con el balón había ocasionado que otros jugadores pudiesen construir y finalizar con mayor comodidad las situaciones de ataque.
Ese concepto de separarse para separar unidades defensivas resulta tremendamente vital si se quieren liberar determinados espacios y compañeros durante el proceso de ataque. Xavi, Iniesta y Busquets, por detrás de la linea del balón encontraros los tiempos necesarios para ordenar ataques de su equipo, así como esta posición en anchura de los extremos permitió la apertura de los pasillos de penetración entre central y lateral, accesos directos al gol de gran importancia.
En el Bayer de Munich dichas ubicaciones de los extremos no solo ampliaban las zonas de recepción a Muller, Gotze o Lewandowski, sino que también permitían la irrupción de Lahm, Rafinha, Bernat o David Alaba desde el puesto de lateral centrado, una de las novedades tácticas implementadas, e incluso de los centrales cuando las conducciones eran profundas.

Para educar al jugador en estas intervenciones, es necesario que entienda que la fijación puede encadenarse con un desmarque toda vez que el pasillo creado no sea aprovechado por un compañero y cabe la posibilidad inmediata de ser beneficiario de todos los movimientos y modificaciones producidas circunstancialmente.

La comprensión del juego como algo vivo, cambiante, va a conseguir que el jugador se relaciones con las jugadas de manera que pueda distinguir el momento de pasar de beneficiar a los demás a desplazarse para ser el que se beneficie de lo acaecido.
En algunas ocaciones, los extremos del Bayer eran alineados entre central y lateral para otorgar los espacios exteriores a los que se incorporaban desde atrás y, como no, para aprovechar las dudas defensivas relacionadas por quienes son los encargados de controlarlos en esas zonas en beneficio propio, relacionados con la portería contraria, multiplicaba las posibilidades de llegada exterior y envío para cargar el área con excelentes rematadores, así como también acrecentaba la sensación de amenaza el que fueran los propios extremos los que encontraran tiempo y espacio en esas áreas.
Guardiola es un verdadero experto en aprovechar la poli valencia que le ofrecen sus jugadores, no reduce los recursos existentes.
Los ejemplos que confirman este hecho son constantes, los cambios de emplazamiento de los extremos resultan evidentes y están inmersos en el marco estratégico, en la búsqueda de rendimiento en cada partido.
En el idioma de Guardiola el jugador y las relaciones establecidas son las que definen el puesto.


Podemos recordar que en su majestuoso Barca esa demarcación podía ser ocupada por Henry, Villa, Pedro, o el propio Iniesta, relacionando la alineación a las intenciones propuestas y el desarrollo de las mismas.
Los desmarques de todos y cada uno de ellos son variables y estaban coordinados con la circulación de balón propuesta para desequilibrar al adversario.
La facilidad con la que el francés Henry o el asturiano Villa ajustaban sus movimiento sed penetración al pase delos centrocampistas; la autoridad de Andrés Iniesta para erigirse como organizador, convirtiendo en una estación de pausa el perfil izquierdo del terreno de juego; o el vaivén del canario Pedro en pos de mejorarles las asistencias a Messi y compañía, componían la parte final de la coreografía mejor interpretada de los últimos años del futbol mundial. En el Bayer los exteriores se aprovechaban de la exactitud con la que Toni Kross, el primer año, o Xavi Alonso, los dos siguientes, para plantarse ante el portero rival.
En muchas ocasiones, ese recurso simplificaba los procesos sin que los mismos perdieran eficacia. Entrenar y ser dirigido por Guardiola ha conseguido que los extremos tomen conciencia de que demandar la atención de los defensores es parte esencial del juego sin balón, así com ha facultado a estos jugadores para que sus desmarques cobren la forma precisa en base a lo que gesta la jugada.
Dar contextos a las conductas es el gran reto del entrenador de futbol, hacer que los movimientos de los alejados concuerden con los de los cercanos, adquirir esa riqueza consistente en el coordinar lo que cada uno puede ir haciendo durante el juego es síntoma de que detrás de cada minuto invertido en preparar sesiones de entrenamientos hay una mente lucida y capaz.
Pero para dar contexto a esas conductas, hay que poseer una gran capacidad de observación, analizar las variables que ofrece el equipo a través de discernir sobre las interacciones que se dan, como se dan, la forma en la que se convierten en tendencia, y , ante todo , sin que la esencia de cada cual se diluya en términos negativos.
En definitiva, departíamos sobre la colaboración de los exteriores en el proceso de construcción de las jugadas y de la creación de desequilibrios desde el punto de vista del benefactor.
Decíamos que, evidentemente, esas conductas no eran cerradas, que el fútbol como algo vivo podría hacer cambiar el rol de cualquiera de sus intervinientes y que, por ejemplo, se podía pasar de ser fijador a ser receptor potencial en base a los acontecimientos que se iban produciendo en el acto de jugar.
Toda movilización del oponente, a través de ubicarse estratégicamente en el lugar exacto, pueden derivar, en función de los desplazamientos defensivos del rival, en suculentos desmarques.
Para ello, el futbolista debe comprender la no literalidad de este juego, su carácter cambiante, su abierta naturaleza.
Ahora dirigiremos nuestra atención hacia aquello que producen los extremos cuando se convierten en receptores del balón.
Sin lugar a dudas, los sistemas defensivos cada vez son mas proclives a cerrar los pasillos interiores, por lo que los carriles externos se han convertido en lugares desde lo que procurar que los procedimientos de ataque sean eficaces.
Guardiola conoce tan bien esta circunstancia que ha convertido la zona de actuación de los extremos en lugares de una abundante riqueza.
Él sabe que las sociedades en esos pasillos son determinantes en el funcionamiento total de la organización, es consciente de que lo que se genere allí determinará, en gran medida, lo que será el ataque.
Lo que provocarán Iniesta y Alba no es igual a lo que producen Sterling y Zabaleta; que la profundidad se puede dar cerca de las líneas de banda o entre central y lateral; que, en función de las conducciones de sus extremos, los espacios que se desprotegerán, serán distintos; que en base a la pierna dominante y a las capacidades imaginativas del poseedor del balón, los beneficiarios pueden ser los que se incorporan o los que se encontraban fijando hasta que su par fue atraído por el portador del balón.
Sus decisiones le delataran. El Barca pidió a Henry como fichaje prioritario, le dio un nuevo rol a Villa, elevó hasta cotas insospechables el nivel de Pedro y hasta convirtió esas extensiones en lugares desde los que distraer a los adversarios.
El Bayern transformó en colectivas las egocéntricas galopadas de Ribery y Robben, e incorporó a Douglas y a Kingsley Coman en un claro aviso de la trascendencia que para sus equipos tienen esos perfiles. El juego de posición requiere de grandes regateadores. Cuando la jugada se cose pase a pase, el equipo que está defendiendo, a no ser que eligiera presionar muy arriba, se agolpa en torno a su propia área.
Si se quiere desestabilizar dicha aglomeración es necesario contar con quienes eliminan a sus pares mediante el regate.
El extremo como fijador con balón
Fuimos formados y formamos, si es que eso existe, a través de las prohibiciones. Desde hace muchísimos años hemos tenido que escuchar las explicaciones de los técnicos, algunos muy reputados y otros más mundanos, respecto a la inconveniencia de conducir o retener la pelota.
Lo que no entendemos solemos denegarlo, desterrando de nuestro cuaderno conceptual, y lo único que conseguimos así es empobrecer las posibilidades que ofrece el propio juego y el jugador que juega.
Al quedarnos en la superficialidad de las cosas, desechamos el valor que tienen, la fertilidad que llevan de manera inherente. Conducir el balón es una de las herramientas más poderosas cuando en bien utilizada.
En el puesto de extremo, las más clásicas son aquellas que se realizan desde fuera hacia dentro o sobre el lado fuerte para acabar asistiendo a los atacantes situados en el interior del área.
Los tradicionales extremos de la escuela Holandesa, de regate veloz y fulgurante cambio de ritmo, se mezclan con aquellos surfistas que recogen el esférico pegados a la cal y sortean a rivales dirigiéndose hacia el eje longitudinal del terreno de juego.
Disponer de este tipo de atacantes es importante, pero lo es más el hecho de que tomen conciencia de los pasajes que va creando su conducta.

Saber la literalidad de su oponente directo, el primero en poder ser desequilibrado, de dónde procedan las ayudas defensivas y percibir los pasillos despejados, son algunas de las variables que debe tener en consideración el atacante con balón.
Si el regate es hacia fuera, habrá que valorar el posicionamiento de la primera línea de rematadores, los más cercanos a la portería, pero también a los compañeros que constituyen la segunda oleada.
Es importante que los extremos comprendan que el desplazamiento natural de los que defienden es siempre el de proteger los espacios cercanos a la línea de gol por lo que en numerosas ocasiones los que llegan son más peligrosos que los que están.
Otra forma de atraer la atención de los defensores consiste en retener la pelota con el fin de dilatar las zonas de recepción y/o penetración de otros compañeros.

La espalda del par, si se hace a una distancia idónea, o la de los centrales pueden quedar descubiertas y ser utilizadas a partir del pase del propio extremo o a través del uso de un tercer hombre.
Este medio, relacionado con la circulación del balón en campo contrario, ha sido utilizado con frecuencia durante la estancia de Pep Guardiola al frente del Bayer de Munich.
Fundamentalmente, Robben y Ribery congelaban el tiempo, cautivaban la atención de los defensores y despejaban los espacios para que Lahm, Rafinha, Bernat o Alaba emergieran. Las diferentes respuestas de los defensores eran a veces oportunidades inmejorables para que Muller y Robert Lewandowski encontraran un sector preferencial detrás de los centrales del equipo rival.
Era una sinfonía perfecta, realizada por jugadores de un talento extraordinario que entendían que detenerse era la mejor formula para escapar, que absorber la vigilancia de los opositores comenzaba por dejarles el balón en quietud.
Posiblemente sea complicado volver a ver a un equipo tan creativo desde los lugares de los extremos, tan rotundo partiendo de esos espacios limitados por la línea de banda.
Pero Guardiola sabía del potencial de los suyos, era plenamente consciente de las sinergías naturales de quienes jugaban o podían jugar en dichas demarcaciones. Por ello, lo que había que hacer era convencerles de lo majestuoso de sus posibilidades y darle un sentido estratégico a ese caudal de interminable recurrencia y de talentosa ocurrencia.


Para finalizar este trabajo dedicado a los extremos, quisiera marcar también el valor de las conclusiones hacia el propio campo. Esos desplazamientos específicos con balón en sentido contrario a la portería enemiga empieza a ser una de las armas más útiles dentro del juego de posición.
Esta forma de proceder suele llevar consigo que las líneas de los equipos adversarios se junten, que sus jugadores queden ubicados en poco espacio. Para volverlos a separar, y de paso ampliar esas zonas que podrán ser aprovechadas por los atacantes, es necesario que el jugador con balón sea perseguido y que los compañeros del oponente directo del mismo acompañen en ese avance profundo.
Irremediablemente, la superficie de recepción será mayor si utilizamos a compañeros que ofrecen su apoyo.
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